domingo, 19 de diciembre de 2010

SÓLO EL CIELO LO SABE (1955)

ÉRASE DE UN JARDINERO

El grado emoción que provoca un melodrama suele ser directamente proporcionalal nivel de identificación que el público alcance con el mismo.
Y cada drama orquestado, con su consustancial encarecimiento de sentimientos y patetismo suele ser reflejo de su tiempo.

El amor entre miembros de diferentes clases sociales, amar a alguien más joven, el derecho a elegir una nueva vida junto a la persona amada, son convencionalismos añejos fuertemente implantados en el imaginario colectivo. Fueron y siguen siendo vigentes.
Douglas Sirk nos acerca a ellos mediante una Jane Wyman pensante, alejada del estereotipo que reacciona y actúa como se supone que debe hacerlo una mujer.
Y es a través de sus colores saturados, su montaje y su música por donde llegamos a la identificación y, por ende, a la emoción.

Creo que ahí radica su mérito.

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