Faltaban todavía 20 años para que el mundo girara sus asombrados ojos hacia el Egipto de Howard Carter y su joven Faraón, cuando Méliès rodó esta pequeña historia con su ya característica forma de hacer cine en el que lo sorprendente -aquí lo lejano y enigmático- toma el relevo a lo meramente testimonial.
Que El Oráculo de Delfos no estuviera precisamente en Egipto sino un poco más a la izquierda -o a la derecha según se mire- es, para el mundo de los sueños, simplemente un capricho de la Geografía.
Que El Oráculo de Delfos no estuviera precisamente en Egipto sino un poco más a la izquierda -o a la derecha según se mire- es, para el mundo de los sueños, simplemente un capricho de la Geografía.
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