Son seis disparos en total.
Mientras la cámara enfoca una casa de estilo colonial, escuchamos el primero.
El hombre recibe el segundo cuando sale al porche e intenta bajar las escaleras.
La mujer, que le ha seguido de cerca, dispara los cuatro últimos seguidos y a bocajarro.
Empuña la pistola con brazo estirado y férreo para evitar que el retroceso desacomode el arma y pueda errar los tiros. En su cara de labios apretados, asoma el desprecio y la rabia.
Sabe lo que hace.
Lo hemos visto y por eso no acaba de convencernos su explicación a posteriori.
Pero sólo a nosotros.
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