Diez minutos de cine negro en estado puro. Impresionante comienzo que alcanza su clímax en un cuartucho y a fogonazos.
Después de esto, casi abandono, me daba igual el porqué de lo que veo en esa primera parte. Me alegro de no haberlo hecho. Me esperaba otro diez, esta vez en el interior de El gato verde, y envuelto en papel pautado.
No habrá aquí excepción, ni necesitaré regla alguna para confirmarla. El tercer diez se muestra en la escena final dejándome el buen sabor de boca de la excelencia.
A veces, la constancia, te ofrece estas gratificaciones.
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