viernes, 28 de septiembre de 2012

HUMPHREY BOGART

EL SEÑOR DE LOS CIGANILLOS
 
La mayor leyenda de la historia del cine(1) sigue fascinando a millones de personas de todo el mundo.
Si el arte de hacer cine tiene la peculiaridad de ser un producto colectivo  -que a veces pesa como una maldición-  Humphrey Bogart fue uno de los pocos gigantes que cruzó dando zancadas ese terreno baldío en que a veces se convierten las películas. Su presencia per se hacía disfrutable la cinta.
     
Sin poseer un rostro agraciado según los cánones convencionales de belleza e interpretando el mismo tipo de papel una y otra vez, consiguió lo más difícil: seguir despertando interés a pesar de repetirse.
¿Cuál fue su secreto?
 
"No importaba que jugara al póker hasta el amanecer ni que tomara coñac como desayuno: siempre llegaba a la hora al estudio, arreglado y sabiéndose a la perfección el papel que interpretaba." cuenta de él Truman Capote en su libro Retratos.

De estas declaraciones cabe suponer que la "profesionalidad" era una de sus virtudes y, evidentemente, no la única. Desempeñar un trabajo con capacidad y eficacia es sinónimo de individuos competentes, pero en el cine eso no basta. Si ya hemos comentado que la versatilidad no era su fuerte, ni tampoco "la belleza", su magnetismo debía provenir de dentro. Tenía la capacidad de traspasar la pantalla con esa personalidad que hombres y mujeres admiran y que, sin lugar a dudas, era parte de su código moral también fuera del celuloide. Nunca nadie fue "tan honesto" a la hora de mostrarse en público.

Anillos de Bogart

Sus tantas veces nombrados eternos cigarrillos, su gabardina, sombrero, y sus  -recién descubiertos para mí-  anillos, configuran la negra silueta reconocible que sólo los grandes iconos poseen. 








(1) Título concedido por el Instituto de Cine Americano. 
 

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