EL TIEMPO CIRCULAR
Si por algo nos gustó Vida de Oharu, mujer galante es por su peculiar belleza plástica que evoca en el observador el refinamiento de los grabados japoneses.
Una forma de hacer cine en la que destaca el movimiento horizontal de la cámara creando escenas que acentúan los momentos de mayor dramatismo.
Mizoguchi confronta a sus personajes, juega con el encuadre, y transmite al espectador la tensión del melodrama gracias a esa buscada oposición entre fuerzas contrarias.
De estructura circular -comienza y finaliza en el mismo punto- y episódica, Oharu, rememora su desdichada vida desde el shogunato donde ejerce de cortesana hasta los prostíbulos de las afueras de Tokio en que acaba vendiendo su cuerpo.
Sus momentos de felicidad siempre se muestran breves en comparación con los bloques secuenciales más dramáticos y, sin lugar a dudas, este tipo de decisiones a la hora de rodar refuerza la concepción pesimista y trágica del filme.
La figura de la mujer sometida a los arduos estamentos de la férrea sociedad feudal japonesa. Una denuncia pasiva y de la que desde el principio intuimos, no hay defensa posible para la heroína.
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