AMOR DE PERDEDORES
El cine es sin duda un reflejo de nosotros mismos y de nuestras relaciones, recoge una serie de actitudes y estados de ánimo que nos influyen, nos contagian y nos aportan.
Una de sus principales características es el sentimiento de empatía que podemos -o no- sentir hacia los personajes.
Nos identificamos con figuras ganadoras, éticas o de gran fortaleza pero también con personajes no tan “identificables”, como con el malo, el amoral o el débil.
Y es entre estos últimos personajes “malditos” donde se encuentra la figura del perdedor, un papel muy goloso para un actor por la cantidad de matices que conlleva, desde la mayor de las comicidades hasta el más profundo de los dramatismos. El sufrimiento, la “mala suerte” y el descontento de un perdedor se puede enfocar desde muchos ángulos.
Cuando vemos a un perdedor en el cine lo conocemos todo de él, entendemos las razones de por qué es un perdedor y entonces deja de ser un perdedor.
Así se las gasta la gran pantalla.
Naturalmente, esto no suele ocurrir en la vida diaria porque sólo vemos la parte negativa de las personas y eso nos impide empatizar con ellas.
Una buena moraleja: conoce más a la gente que te rodea como si de personajes de cine se tratase, y ya verás como los entiendes.
O no.
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