Tiene, a mi juicio, Spencer Tracy el don de dotar de credibilidad cualquier papel que interprete.
Ya sea en comedia o drama, pone al servicio del objetivo su rostro paternal y se especializa en roles de talante equilibrado, recto y bondadoso.
En esta cinta vuelve a demostrar sus admirables dotes interpretativas en un ejercicio de actuación contenida, calma y no exenta de intriga.
Este "fenómeno del kárate" (que se lo pregunten a Borgnine), se ve envuelto por casualidad en algo que ni él ni nosotros entenderemos hasta que los minutos de metraje se sucedan y ensucie sus zapatos de polvo y miserias.
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