¡Cuán veloz transcurre el tiempo! Me imagino fue ayer el día de nuestra despedida Habana mía. Fue tan honda, tan sincera y sentida que perdurará eternamente en mi memoria.
Yo bien sé que para juzgar a un hombre, para conocer a un pueblo, para descubrir los rasgos esenciales de una sociedad, hay que acercarse a ellos lo más que se pueda, estudiarlos en su medio histórico, hacernos por un momento ciudadanos de su país, huéspedes de su morada, amigos suyos, hermanos suyos. No hay conocimiento posible sin un poco de fe, sin un mucho de amor. Y yo te aprecio, te amo, pueblo humilde, y de ti tengo mi juicio formado.
Por uno de esos designios de la vida, a los cuales hemos de someternos pacientes, hubimos de separarnos después de haber convivido cerca de veinte años. Y al decirte adiós después de tan larga permanencia, pueblo alegre, sencillo y culto, sentí cual si por arte de magia te apoderases de mi mayor alegría.
Y hoy como ayer, y mañana como hoy, recordaré tus costumbres sencillas, tu iglesia recogida, tu escuela bulliciosa, tus calles limpias... Y sobre todo ello, los que para mí ocupan un lugar preferente son tus hijos empapados en nobleza, amantes del trabajo, llenos de humildad, de una humildad que los caracteriza y los hace permanecer dentro de su marco sin desviarse ni un ápice dando con ello un mentís a tantos que sin contar con sus medios alardean y presumen dándose boato.
Sigue tus derroteros, pueblo amado, y que jamás te inficione la soberbia, ni la adulación te altere.
Hoy, aunque lejos de tu vera, mi cariño y gratitud son para ti, y confiar puedes que me será imborrable tu recuerdo.
Publicado por FLOCA, Burgo de Osma 1932