El cine negro abandona sus encorsetados roles y se libera en lo cotidiano.
Se impregna de deseos frustrados, de actos fallidos, de sexualidades soterradas que únicamente el azar pondrá al descubierto en forma de macabra pesadilla y aderezará con profundos sentimientos de culpabilidad.
El melodrama onírico alterará los principios éticos de Edward G. Robinson y dinamitará los rígidos esquemas por los que hasta entonces se había guiado. De la mano del metódico profesor conoceremos el escaso margen que separa a un honesto ciudadano del crimen más abyecto y las funestas consecuencias que ello le depara.
La historia, de un determinismo latente, liberará piadosamente de la zozobra a Robinson en una última escena de clara intención moralizante y nos hará conscientes de nuestra propia vulnerabilidad.
La historia, de un determinismo latente, liberará piadosamente de la zozobra a Robinson en una última escena de clara intención moralizante y nos hará conscientes de nuestra propia vulnerabilidad.
Pues ya lo dijo el Poeta:
"Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala."
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