Observo con deleite que el Magazine de El Mundo dedica portada y cinco páginas centrales a lo que viene a denominar "El amo de la casa", o sea, al gato.
¿El motivo de este inesperado, pero merecido, salto a la palestra? La publicación del libro Making Rounds with Oscar, el minino neoyorquino supuestamente capaz de predecir la muerte de las personas.
Lo primero que llama mi atención son los cinco personajes que aparecen fotografiados junto con sus "amos", una actriz, un fotógrafo, una presentadora de TV y una política. Si pasamos por alto los ridículos nombres con los que han bautizado a sus presuntas mascotas, cabría esperar que dijeran algo interesante y que no se limitaran a confirmar los consabidos tópicos con que el intelecto humano nos ha obsequiado.
Según dicen, somos ariscos, independientes, selectivos y poco dados a la zalema. Monarcas absolutos, imponemos a nuestros alojadores, caprichos, independencias y desamores. Todo nos es tolerado, todo nos es dado, se nos acepta como felis silvestris en proceso evolutivo hacia la domesticación, dicen, sin reservas, y sin embargo, aparecemos en sus fotos subyugados por ellos.
Quizá sea el sino de todo gato de salón.
Quizá sea el sino de todo gato de salón.
Me pregunto que piensan todos los Rabitos, Lilitas, Cascabelitos y Blanquitos del mundo. Si se trata de ponerme en su piel, lo hago, y reivindico el derecho a un posado digno. Aparecer como galero heráldico de estrafalaria testa o como loro paraguayo de Calico Jack, para desmentir por la vista lo dicho por la boca, resulta cuanto menos, felinamente denigrante, a no ser que dichas poses entrañen un subliminal mensaje llamado a confirmar la afirmación con que nos regala Nathalie Seseña: "No te observan con mirada crítica, sino que te aceptan tal y como eres", o más precisamente, la de Ana García: "Nuestro trato con ellos nos define a nosotros mismos".
Y es que somos un espejo del alma que refleja, muchas veces, aguas turbias.
Y es que somos un espejo del alma que refleja, muchas veces, aguas turbias.
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