Y no es para menos.
Desde los primeros minutos Agnes Moorehead -escritora de novelas de misterio- enfrenta al asesino de garras afiladas con un aplomo digno de la que está de vuelta de todo y, pese haberlo visto dentro de su propia casa, se retira a reposar como si aquello no fuera con ella.
Es la palabra hecha acción que tantas y tantas veces hemos oído en las películas.
No sé si os habréis dado cuenta, pero siempre me ha resultado curioso que en los momentos de máxima tensión de algunas cintas siempre aparece alguien que dice: "Intenta descansar un poco" como si eso resultara posible.
Pues Agnes no necesita que se lo digan. Lo hace y punto.
Ese valor y parsimonia seguirá demostrándolo a lo largo de todo el metraje salvando con su arrolladora personalidad -y profesionalidad- una película que no pasa de aceptable.
Ni Vincent Price, siempre reclamo y baza segura en los fotogramas, consigue eclipsar a la que posteriormente se haría popular entre el público de los años 60 por su papel en Embrujada.
Y es que las valientes andan solas, como así lo demostró también en vida.
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