Fernando IV |
Tiempo después, el rey reanudó la guerra contra Granada. Encontrándose las huestes reales acampadas en Martos (Jaén) la justicia presentó al monarca a dos caballeros, los hermanos Pedro y Juan de Carvajal, sobre los que recaían las sospechas de ser los asesinos del caballero Benavides.
El pueblo de Martos y su Peña |
Cuando los Carvajal supieron que el rey los condenaba a muerte y la clase de suplicio que les esperaba, emplazaron solemnemente al rey para que compareciese ante el tribunal de la justicia divina para dar cuenta de aquel atropello a los treinta días de cumplida la sentencia.
Los hermanos Carvajal fueron despeñados por el precipicio. Las jaulas en las que los habían encerrado rodaron con sus sangrientos despojos hasta el llano, donde silenciosamente se había congregado el pueblo de Martos a presenciar el cumplimiento de la sentencia.
Terminado el cruel espectáculo, el rey dispuso que el ejército reanudara su marcha hacia Alcaudete. Con el ajetreo del campamento, seguramente, alejaría pronto de su corazón cualquier escrúpulo que pudiera albergar sobre la perentoria justicia que había administrado a los Carvajal.
A los pocos días el rey enfermó gravemente de una misteriosa dolencia. Sin embargo, para general satisfacción de sus leales súbditos, Fernando fue recobrando la salud y cuando se cumplió el plazo que le habían concedido los Carvajal se encontraba totalmente recuperado. Aquel día comió y bebió con excelente apetito y hasta hizo gala de muy buen humor burlándose de los que habían temido por su vida. Luego se retiró a echar la siesta. Cuando sus criados fueron a despertarlo, lo encontraron muerto. El rey comparecía ante el tribunal de Dios para dar cuenta de la muerte de los hermanos Carvajal.
Terminado el cruel espectáculo, el rey dispuso que el ejército reanudara su marcha hacia Alcaudete. Con el ajetreo del campamento, seguramente, alejaría pronto de su corazón cualquier escrúpulo que pudiera albergar sobre la perentoria justicia que había administrado a los Carvajal.
A los pocos días el rey enfermó gravemente de una misteriosa dolencia. Sin embargo, para general satisfacción de sus leales súbditos, Fernando fue recobrando la salud y cuando se cumplió el plazo que le habían concedido los Carvajal se encontraba totalmente recuperado. Aquel día comió y bebió con excelente apetito y hasta hizo gala de muy buen humor burlándose de los que habían temido por su vida. Luego se retiró a echar la siesta. Cuando sus criados fueron a despertarlo, lo encontraron muerto. El rey comparecía ante el tribunal de Dios para dar cuenta de la muerte de los hermanos Carvajal.
Al margen de los hechos históricos, la romántica explicación de la muerte del joven rey ha persistido en la memoria del pueblo. En Martos podemos admirar todavía una una antigua picota llamada La Cruz del Lloro que, según la tradición, señala el lugar exacto donde se detuvieron, después de rodar Peña abajo, las jaulas de hierro de los hermanos Carvajal.
Cuando el dibujante francés Gustavo Doré pasó por Martos, hace ya más de un siglo, conoció la leyenda y se detuvo a dibujar la cruz que la conmemora sobre el romántico fondo nocturno de la Peña.
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